Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le agrada. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta, y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.
(San Agustín)
Feliz día del Señor. Celina









